miércoles, 3 de febrero de 2010

Se conmemoran 215 años del natalicio de Antonio José de Sucre

El Gran Mariscal de Ayacucho

Se conmemoran 215 años del natalicio de Antonio José de Sucre, prócer de la Independencia

Un tres de febrero del año 1795 nace en Cumaná el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, conmemorándose hoy 215 años de su natalicio.


Prensa Yvke Mundial/Venezuelavirtual
Miércoles, 3 de Feb de 2010. 12:15 am

Mariscal de Mariscales


Un tres de febrero del año 1795 nace en Cumaná el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, conmemorándose hoy 215 años de su natalicio.

Sucre es considerado uno de los militares más completos entre los próceres de la independencia suramericana fue un político, estadista y militar venezolano, prócer de la independencia, así como, presidente de Bolivia, gobernador de Perú, General en Jefe del Ejército de la Gran Colombia y Comandante del Ejército del Sur.

Según reseñan las historias sobre él, se puede conocer que nació en el seno de una familia de gran riqueza y distinción dentro de la sociedad, de ascendencia franco-belga por vía paterna y española por vía materna, hijo de un coronel de los Ejércitos Reales.

A los quince años se alistó en el ejército patriota y participó en la campaña del Generalísimo Francisco de Miranda en 1812 contra los realistas, durante la cual ascendió a Teniente. Tras el fracaso de este primer intento libertador se refugió en la isla Trinidad. Luego, en 1813, regresó a Venezuela, casado con la noble dama quiteña Mariana Carcelén, IV Marquesa de Solanda, con quién tuvo una hija, que murió a muy temprana edad: Teresa Sucre y Carcelén, siguió trabajando en el ejército como jefe de batallón.

Combatió bajo las órdenes de Santiago Mariño para la liberación del Oriente venezolano y le tocó formar el Batallón de Zapadores en el Ejército de esta zona del país. En 1817 Santiago Mariño lo nombra Jefe de su Estado Mayor y lo sube al grado de Coronel. Ese mismo año, es designado por Simón Bolívar como gobernador de la Antigua Guayana y Comandante General del Bajo Orinoco, con apenas 22 años ya era reconocido por su fuerza, valor e inteligencia.

A los 24 años fue nombrado General de Brigada. Viaja a las Antillas y ejerce interinamente la cartera de Guerra y Marina. En 1821, el 11 de enero fue nombrado en Bogotá Comandante del Ejército del Sur, además venció a los españoles en las batallas de Yaguachi, Riobamba y Pichincha.

El gobierno de Ecuador y Perú le confiaron el mando de sus fuerzas. El 6 de agosto de 1824 participó en la batalla de Junín y el 9 de diciembre estuvo en la de Ayacucho, combate por el cual Simón Bolívar lo nombra Gran Mariscal de Ayacucho.

En 1825, una asamblea convocada por el Libertador funda la República de Bolivia y nombra a Sucre como presidente vitalicio. En sus dos años de mandato, trabajó en la organización de la Hacienda Pública, promovió la libertad de los esclavos, el reparto de tierras a los indios y trabajó en pro de la educación y la cultura.

En 1828, luego del motín militar de Chuquisaca, decidió retirarse a la vida privada, pues estaba decepcionado por la campaña de descrédito que se emprendió contra Bolívar y su persona, cuando el Congreso decidió que para ejercer la presidencia del país, era necesario haber cumplido los 40 años, lo que hacía que ninguno de los dos pudiera ejercer este cargo. Este tiempo lo aprovechó para reunirse con Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, con quien se había casado el 20 de abril de 1828.

En 1829, Sucre regresa al combate, defendiendo a Colombia, en la batalla de Tarquí. Y en 1830, Antonio José de Sucre es elegido Presidente del Congreso Admirable y le encarga una misión conciliadora entre Venezuela y Colombia. Las tensiones políticas se agravaron. Sucre decidió regresar a Quito para reunirse con su familia, camino a este encuentro, en la montaña de Berruecos, el Mariscal fue asesinado. Sus restos reposan en la Catedral de Quito.

Cabe destacar que, Sucre fue considerado un hombre callado, poco dado a la risa, duro como jefe, pero condescendiente. Era metódico, un buen líder y también se conocía por sus dotes de persona modesta. Llevó a cabo casi todos sus sueños, menos uno: la unión de la Gran Colombia. Fue uno de los mejores amigos de Simón Bolívar, pues lo consideraba un gran consejero, un guía, siempre dispuesto a mediar en los conflictos.

Hoy, cuando se cumplen 215 años de su nacimiento, todos los venezolanos honran su memoria por ser un ilustre prócer venezolano, que permanecerá vivo en el recuerdo, trascendiendo en el tiempo y en el espacio de generación en generación, pues fue un hombre digno de admirar, capaz de obtener grandes triunfos y el respeto y cariño del Libertador Simón Bolívar.


Bolívar y Sucre: Dos espíritus, dos almas, que se cruzan por fortunio y se separan por la muerte

La generosidad de Bolívar y Sucre

No terminaremos estos cuadros, en que aparecen unificados en una acción común los dos más grandes hombres que en el siglo produjo la América intertropical sin consignar algunos de los rasgos más característicos de su proverbial generosidad.

Conocido de todos es el desprendimiento verdaderamente sublime, porque fue real y efectivo, con que el Libertador rehusó el millón de pesos que puso a su disposición el Congreso del Perú como pago contante de su libertad. Pero en los siguientes interesantes rasgos, contados por un testigo presencial, podrá valorizarse cuán espontánea e irresistible en aquellas dos almas era la virtud del desprendimiento personal, sin la cual es imposible que haya un grande hombre cabal.

La llave de la silla de oro de Bolívar

“No pasaron muchas horas —dice, en efecto, el secretario del general Sucre, después de contar la suntuosa entrada del Libertador a La Paz, cabalgando un bridón cochabambino cuajado de oro— cuando una comisión de la Municipalidad vino a presentar atentamente al Libertador una primorosa llave de oro, como figurando que con ella había de abrir esa tarde la puerta del palenque. Cortésmente agradecido al presente, y retirándose que hubo la comisión, anduvo la llave de mano en mano, arrancando justos aplausos por lo delicado y perfecto de su artístico trabajo. En ese momento acertó a entrar en el salón el muy eminente sacerdote D. Pedro Antonio Torres, capellán del Libertador y vicario general del ejército, y como uno de tantos, tomó la llave y elogiaba no sólo el valor, sino lo acabado de la obra. Pidióla en seguida el Libertador, y con una frase fina y jovial, aludiendo a las llaves de San Pedro, le dijo que en ninguna mano estaría mejor que en la suya, y se la obsequió.

“Con tal motivo, recordó los otros objetos que, en testimonio de afección, le habían sido dedicados a su entrada en la ciudad. Inmediatamente ordenó que la áurea montura íntegra fuese llevada a casa del general Sucre para su uso particular. Cuando éste la recibió, dispuso que tal como había venido, fuese acomodada en su cajón, y en su nombre se remitiera al general Lara, que se hallaba en Arequipa, lo que puntualmente fue ejecutado. Suerte semejante cupo a la preciosa guirnalda de oro, que, pasada la solemnidad con que le fue presentada al Libertador, la cedió éste el mismo día al Gran Mariscal de Ayacucho, quien como glorioso y digno monumento la obsequió al insigne general Córdoba.

“Semejantes rasgos de desprendimiento probarán una vez más que si a la altura de las almas elevadas no suben nunca las viles pasiones, como el odio, la venganza, el rencor, la perfidia, menos pueden ser contaminadas por el vicio más sórdido, como es la avaricia: el desinterés, la abnegación, la generosidad, son su noble divisa. La vida de Bolívar y Sucre hacen palpable esta verdad”.

Y esto que dice el buen secretario es una verdad absoluta como la luz. Y sin ir más lejos, véase cuál fue la obra y cuál la fama del sucesor de Sucre en Bolivia, el cicatero Santa Cruz, que por más que diga el deán Valdivia, que le ofreció una vez cigarros, es cosa de tradición constante que nunca los compraba, viviendo del pedido que de ellos hacía a sus ayudantes.

La guirnalda y la pluma de oro del general Sucre

Una demostración análoga a la de Bolívar en La Paz había hecho antes de la llegada de éste al Alto Perú el general Sucre en Cochabamba, dando así tema para esta nobilísima nota, que ofrecemos como un digno modelo a todos los que deseen educar a la juventud en los grandes ejemplos de la virtud, del desinterés y del verdadero patriotismo:

“Potosí, a lº de octubre de 1825.

“A la M. I. Municipalidad de Cumaná:

“En medio de los favores que la fortuna ha querido dispensarme en la guerra del Sur de Colombia y en la del Perú, jamás he tenido sentimientos más agradables que los recuerdos de la tierra de mi nacimiento. Yo no decidiré cuál objeto me ha estimulado más en mis trabajos militares: si el patriotismo, la gloria o el anhelo de buscar la paz con la esperanza de que ella me restituya donde mis amigos de la infancia. Puedo asegurar que Cumaná nunca se separó de mi corazón.

“Después que una espléndida victoria llenó en el Perú los votos del Ejército libertador, con cuyo mando he sido lisonjeado, fue mi sagrado deber presentar memorias de amor y respeto a la República: nuestros trofeos están remitidos al Gobierno Supremo; y satisfecha esta agradable obligación, vuelvo los ojos a mi país para cumplirla también. Pongo, pues, en manos de US. Muy Ilustre una guirnalda de oro que me regal6 Cochabamba al entrar en aquella ciudad; la cual no tiene otro valor que ser el sencillo presente de un pueblo entusiasta por la causa de América, y destinada a un cumanés que ha venido a obtenerla combatiendo constantemente por su libertad, con las armas de Colombia, a dos mil leguas de su patria.

“El colegio de Cochabamba me obsequió una pluma de oro para que mis hijos escribiesen las glorias de Ayacucho: yo la destino con mucho más placer a que con una pluma de oro de Potosí escriban mis paisanos las páginas brillantes que caben a Cumaná en la historia de la Revolución, y los sacrificios heroicos de un pueblo generoso en la guerra de la Independencia.

“Dígnese US. Muy Ilustre aceptar la distinguida consideración conque soy su muy respetuoso y obediente servidor. —A. J. DE SUCRE”.

Y véase cómo estos raros pero fecundos ejemplos descendían al pueblo, al subalterno, al soldado y a todo el ejército. “Y aun criminal omisión culpable —dice a este respecto el autor de los Recuerdos del tiempo heroico— sería dejar de consignar un rasgo de admirable generosidad con que los soldados colombianos de la primera división quisieron agregar un timbre más a las glorias de sus banderas en el primer aniversario de Ayacucho. El Sr. Lara participó al Gran Mariscal que la muy ilustre Municipalidad y propietarios de Arequipa regalaron el 9 de diciembre a los soldados colombianos de su división, vencedora en Ayacucho, mil quinientos pesos, y que la tropa, dando las gracias por este obsequio, solicitó que se le dejase emplear este dinero discrecionalmente. Habiéndosele concedido, los batallones Rifles y Vargas dieron su parte a la Casa de Huérfanos, y Vencedores y Húsares al colegio de educandas”».


http://www.radiomundial.com.ve/yvke/noticia.php?42229


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