Sun Tsu y el imperialismo
Por: Alberto Müller RojasFecha de publicación: 13/04/07

Diferente es la concepción de Clausewitz, que racionaliza el oficio al considerarlo como parte de la actividad política humana, colocando al poder moral en el mismo nivel que las capacidades destructivas físicas. Un poder que adquieren los ejércitos, cuando las motivaciones de sus soldados, corresponden a los valores éticos de las sociedades que defienden. Eso aclara, por ejemplo, el triunfo de las fuerzas militares vietnamitas, infinitamente inferiores a los ejércitos desplegados sucesivamente por Francia y EEUU. Lo mismo que esclarece el empantanamiento de las fuerzas militares de este último país en Afganistán e Irak. Son simplemente incompetentes para resolver un problema político, por cuanto sus soldados, o son psicópatas, o están alienados, como lo analiza Dixon.
En una versión más contemporánea del pensamiento de Clausewitz –la de Thomas Schelling- el soldado es un negociador. Actúa en los procesos de negociación, que llama tácitos, usando la fuerza, únicamente en la medida necesaria para lograr los objetivos políticos, dentro de una racionalidad de costo/beneficio. Una racionalidad que complementa las negociaciones explícitas, esencialmente políticas. Relacionadas con la convivencia de las diversas formas de agregados humanos. Es una concepción que corresponde a la noción clausewitziana de la “guerra real”, que es la racionalmente materializable, pues finaliza cuando ella amenaza a la disolución de las comunidades políticas enfrentadas. Las guerras, que él identifica como “total” –exterminio de la sociedad adversaria- y “absoluta” –destrucción de la fuerza militar del enemigo- son irracionales. Basta ver la guerra absoluta desarrollada contra Irak, para comprender lo ilógico de esta acción. La preservación de la capacidad militar del enemigo, una vez vencido, es garantía de orden.
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