Desde mi refugio
Por: Alberto Müller Rojas*
Fecha de publicación: 07/05/06
Pareciera que el Gral. Maximiliano Hernández, ex Comandante de la Aviación Militar venezolana, recibió su diploma de Estado Mayor en una botella de refrescos. Declaró recientemente una necedad: que la compra de aviones venezolana obedece a una manifestación política por el enfrentamiento con los EEUU. Se podría preguntarle ¿qué razón impulsó la compra que él realizase de los aviones F-16? Una compra que personalmente cuestioné, en mi condición de Jefe de la División de Operaciones del Estado Mayor Conjunto, en sus términos originales. ¿No tenía aquella adquisición una motivación política dado el enfrentamiento, no de Venezuela sino de los EEUU, con la URSS. ¿No tiene todo acto estratégico –y la adquisición de material de guerra por un Estado forma parte de su estrategia genética[1]- un significado político? Se podría admitir como lo señala Maximiliano que en este caso las líneas de abastecimiento de repuestos son muy largas. Pero acaso, en el contrato de adquisición de los F-16 (no hubo tal contrato sino una simple carta de intención) se preveía la transferencia tecnológica contemplada en las actuales contrataciones que asegurarían, dependiendo de la voluntad propia, la autonomía estratégica correspondiente. ¿No pretendía este oficial sustituir toda nuestra aviación de combate por el caza-bombardero yanqui, sacrificando la variedad de proveedores que nos aseguraba esa relativa independencia?. Esto último el hecho que motivó mi oposición, hecha pública por la revista Resumen, al programa inicial de adquisición.
Las respuestas a las anteriores interrogantes deja claro que el compromiso del citado general era con los abastecedores gringos y no con el Estado venezolano. Y al parecer ello continúa siendo así. O es que no entiende Vásquez que la transferencia de armas no es un negocio cualquiera, sino una transacción que implica coincidencias políticas, con posibles consecuencias en alianzas estratégicas entre estados que tienen intereses comunes. ¿No son semejantes los objetivos de la política exterior rusa y venezolana, cuando ambos buscan la vigencia de un orden internacional multipolar en contra del unilateralismo estadounidense? ¿Alguna vez paseo sus ojos el ilustre general, siquiera sobre algún artículo que estudiase los problemas geopolíticos de la actualidad, incluyendo entre ellos los publicados por Zbigniew Brzezinnski, el especialista en la materia más reputado en los EEUU? Estoy seguro que no, porque si así fuese conocería los objetivos estratégicos yanquis y entendería la oposición, realmente frágil del gobierno venezolano, pero si concreta de gobiernos como el ruso, el chino, el hindú, el francés y el alemán. Sin dudas, al oír sus opiniones, tenemos que concluir, o que se trata de un lego en la materia, o de un tonto útil. Conociéndolo, creo que es las dos cosas.
Pero su ignorancia no se queda allí en el terreno estratégico. También abarca el campo táctico, de donde se puede inferir que su diploma de estudios en este ámbito, propio de los tenientes y capitanes, también es chimbo. Cuando afirma que rompe la “doctrina aérea” la asignación de los helicópteros rusos, recién llegados al país, a la Aviación del Ejército, ratifica que no sabe diferenciar una operación aerotransportada, propia del componente aéreo de la Fuerza Armada, de una aeromóvil, característica de la guerra terrestre actual. No está al corriente que desde la década de los 70 los helicópteros han venido sustituyendo a los tanques, que a su vez reemplazaron a la caballería hipomóvil en las operaciones de reconocimiento, envolvimiento y desbordamiento propias de las maniobras tácticas terrestres. En resumen, este oficial no califica como analista militar. Es posible que haya sido un buen piloto. Pero esa habilidad sólo lo coloca en el timón de una aeronave, no lo ubica como un líder castrense ni como un orientador de la opinión publica en materia de defensa. Lo que un profesional conciente busca es la credibilidad, y ella solo la proporciona su dominio de la teoría, praxis y práctica de su oficio. Por ello es siempre sabia aquella recomendación contenida en las tapas de las cajas de fósforos que decía “antes de opinar, infórmate” Y esto es más válido en una cuestión tan seria como la guerra, donde esta en juego el destino de los pueblos. Tal asunto no puede ser materia de politiquería barata como la que hoy hace la oposición en Venezuela, incluso a costas del dolor ajeno.
[1] La praxis destinada a fortalecer el poder militar de un Estado
* alberto_muller2003@yahoo.com
http://www.aporrea.org/internacionales/a21694.html
Aviones Rusos
Por: Alberto Müller Rojas*
Fecha de publicación: 07/05/06
Pareciera que el Gral. Maximiliano Hernández, ex Comandante de la Aviación Militar venezolana, recibió su diploma de Estado Mayor en una botella de refrescos. Declaró recientemente una necedad: que la compra de aviones venezolana obedece a una manifestación política por el enfrentamiento con los EEUU. Se podría preguntarle ¿qué razón impulsó la compra que él realizase de los aviones F-16? Una compra que personalmente cuestioné, en mi condición de Jefe de la División de Operaciones del Estado Mayor Conjunto, en sus términos originales. ¿No tenía aquella adquisición una motivación política dado el enfrentamiento, no de Venezuela sino de los EEUU, con la URSS. ¿No tiene todo acto estratégico –y la adquisición de material de guerra por un Estado forma parte de su estrategia genética[1]- un significado político? Se podría admitir como lo señala Maximiliano que en este caso las líneas de abastecimiento de repuestos son muy largas. Pero acaso, en el contrato de adquisición de los F-16 (no hubo tal contrato sino una simple carta de intención) se preveía la transferencia tecnológica contemplada en las actuales contrataciones que asegurarían, dependiendo de la voluntad propia, la autonomía estratégica correspondiente. ¿No pretendía este oficial sustituir toda nuestra aviación de combate por el caza-bombardero yanqui, sacrificando la variedad de proveedores que nos aseguraba esa relativa independencia?. Esto último el hecho que motivó mi oposición, hecha pública por la revista Resumen, al programa inicial de adquisición.
Las respuestas a las anteriores interrogantes deja claro que el compromiso del citado general era con los abastecedores gringos y no con el Estado venezolano. Y al parecer ello continúa siendo así. O es que no entiende Vásquez que la transferencia de armas no es un negocio cualquiera, sino una transacción que implica coincidencias políticas, con posibles consecuencias en alianzas estratégicas entre estados que tienen intereses comunes. ¿No son semejantes los objetivos de la política exterior rusa y venezolana, cuando ambos buscan la vigencia de un orden internacional multipolar en contra del unilateralismo estadounidense? ¿Alguna vez paseo sus ojos el ilustre general, siquiera sobre algún artículo que estudiase los problemas geopolíticos de la actualidad, incluyendo entre ellos los publicados por Zbigniew Brzezinnski, el especialista en la materia más reputado en los EEUU? Estoy seguro que no, porque si así fuese conocería los objetivos estratégicos yanquis y entendería la oposición, realmente frágil del gobierno venezolano, pero si concreta de gobiernos como el ruso, el chino, el hindú, el francés y el alemán. Sin dudas, al oír sus opiniones, tenemos que concluir, o que se trata de un lego en la materia, o de un tonto útil. Conociéndolo, creo que es las dos cosas.
Pero su ignorancia no se queda allí en el terreno estratégico. También abarca el campo táctico, de donde se puede inferir que su diploma de estudios en este ámbito, propio de los tenientes y capitanes, también es chimbo. Cuando afirma que rompe la “doctrina aérea” la asignación de los helicópteros rusos, recién llegados al país, a la Aviación del Ejército, ratifica que no sabe diferenciar una operación aerotransportada, propia del componente aéreo de la Fuerza Armada, de una aeromóvil, característica de la guerra terrestre actual. No está al corriente que desde la década de los 70 los helicópteros han venido sustituyendo a los tanques, que a su vez reemplazaron a la caballería hipomóvil en las operaciones de reconocimiento, envolvimiento y desbordamiento propias de las maniobras tácticas terrestres. En resumen, este oficial no califica como analista militar. Es posible que haya sido un buen piloto. Pero esa habilidad sólo lo coloca en el timón de una aeronave, no lo ubica como un líder castrense ni como un orientador de la opinión publica en materia de defensa. Lo que un profesional conciente busca es la credibilidad, y ella solo la proporciona su dominio de la teoría, praxis y práctica de su oficio. Por ello es siempre sabia aquella recomendación contenida en las tapas de las cajas de fósforos que decía “antes de opinar, infórmate” Y esto es más válido en una cuestión tan seria como la guerra, donde esta en juego el destino de los pueblos. Tal asunto no puede ser materia de politiquería barata como la que hoy hace la oposición en Venezuela, incluso a costas del dolor ajeno.
[1] La praxis destinada a fortalecer el poder militar de un Estado
* alberto_muller2003@yahoo.com
http://www.aporrea.org/internacionales/a21694.html
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